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Ernesto Priego: Cuéntanos quién eres y qué haces…
Alex Gil: Yo soy @elotroalex, el otro alex. Me tomo muy en serio aquella amonestación de Sartre que no somos nada y le agrego la revelación de Borges que somos otros para el mundo. La Universidad de Columbia me contrató recientemente como Digital Scholarship Coordinator, coordinador de estudios digitales, para ayudar a brechar el creciente abismo entre la biblioteca y los investigadores. Parte de mi trabajo consiste en capacitar a los bibliotecarios para que formen la rama de consulta en el nuevo Digital Humanities Center (Centro de Humanística Digital). Otra gran parte de mi tiempo la paso consultando yo mismo con estudiantes de posgrado y la facultad de letras e historia en una serie de temas que me place dividir en tres categorías generales: remediatización y curaduría, métodos de computación y comunicación académica.
En tu pregunta también encuentro otra pregunta: ¿Quién he sido? Investigador, editor, conferencista, chapista de computadoras, escritor de cuentos y poemas, estudiante de arquitectura, estudiante de medicina, un gitano del oficio. ¡Y se sorprenden que me gusta la Humanística Digital (HD)! Terminé mi tesis de doctorado en la Universidad de Virginia, en la facultad de Inglés sobre el poeta y político francófono Aimé Césaire. Tuve la suerte hace unos años de encontrar una obra de teatro que aquél escribió durante el régimen de Vichy en su isla natal, Martinique. En un momento dado, Césaire transformó su obra a oratorio, tan solo para transformarla de nuevo años más tarde a obra de teatro. Yo utilize lo que podríamos llamar pensamiento algorítmico para comprender la complejidad de estas transformaciones. En los años previos a la defensa de mi tesis me involucré más y más con NINES y el Scholar’s Lab, y después fui becario de ambos proyectos. En el Scholar’s Lab también fui parte de la primera emisión del programa Praxis. No sería yo quién soy ahora de no haber sido por estos proyectos. En fin, investigador de la cultura e historia caribeña, filólogo y programador en el servicio de las letras.
EP: Compartimos varios intereses, incluyendo una formación en literatura en inglés. Como yo, también formas parte de HASTAC. ¿Cómo percibes las interconecciones o relaciones entre los estudios literarios y el trabajo académico digital?
AG: Los estudios literarios tienen mucho que ofrecer a los estudios digitales y viceversa. Yo aprendí temprano en mi trayectoria que la interpretación, entendida como repetición con diferencia, era el sine-qua-non de nuestra experiencia como seres humanos. A pesar de aquel lugar común que nuestro concepto de datos es medio idiota—común en los artículos de tipo “en contra de la Humanística Digital”—, yo se de hace tiempo que los digitalistas con experiencia en la crítica literaria siempre trajeron aquella sensibilidad a los textos; que es minoría el grupo que se deja embaucar por el empirismo ingenuo.
He tenido la suerte de haber estudiado en la Universidad de Virginia, donde la tradición de estudios bibliográficos, filología y Humanística Digital es más fuerte cada día. Tuve la suerte de ser investigador en esta era, donde nos hacemos preguntas gigantescas: ¿Cual es la diferencia entre la lectura a distancia, ese distant reading de Moretti y la lectura profundizada? ¿Entre la heurística y el pensamiento algorítmico? Confrontados ahora con un nuevo sentido de la enormidad textual. Estas preguntas van al corazón de la interpretación. Sin duda me siento atraído hacia los estudios digitales porque puedo obtener mejores resultados en las búsquedas, publicar más rápido y de manera más abierta, mecanizar varios procesos aburridos, etc., pero eso no es todo. Lo que me roba el corazón es la posibilidad de librar lo humano de lo mecánico. Antes de Turing solo nos tenía que preocupar una sola máquina universal, la persona. Ahora tenemos dos, y nos imponemos la tarea de diferenciarlas. ¡Aha! ¡Una tarea para los que domestican literatura y máquinas a la vez!
Así de fundamental como es la pregunta de nuestra humanidad en relación a las máquinas, tenemos otra tarea como estudiosos en la era digital, aún más importante, que es la creación de archivos digitales de buena calidad. Ya lo he dicho en más de una ocasión y repito: la tarea más importante para los intelectuales del siglo XXI es la remediatización de nuestro pasado y su apertura al mundo. Los estudios literarios en particular han mantenido viva la tradición filológica y bibliográfica (en contraste a los historiadores por ejemplo), y ahora que nos enfrentamos a este monstruoso acto de repetición, nos toca dirigir tropas que aún no tenemos, no sea cosa que nos quedemos sin pasado fiable que transmitir a nuestros herederos. En el caso de algunos archivos marginales, la tarea se nos hace urgente e implica la diferencia entre la vida y la muerte inmediata. Pienso en este caso en los archivos de países de bajo o medio ingreso, donde los gobiernos no hacen o no pueden hacer lo que se necesita para proteger nuestros documentos en contra del deterioro.
EP: No todos los departamentos o escuelas de humanidades tienen la infraestructura, recursos o incluso la inclinación por la teoría y la práctica del trabajo digital. ¿Cuándo fue que lo digital te atrajo por primera vez, y cómo has experimentado esta etapa de transición en que el trabajo académico digital todavía no es el modo abierto y homogéneamente de ser un humanista, al menos no en todo el mundo?
AG: Me empezaron a atraer los estudios digitales hace alrededor de 8 años, en el momento en que me di cuenta de la escasez de recursos para los estudios caribeños y la falta de fuentes primarias remediatizada. Tuve la ambiciosa e ingenua idea de construir un archivo de la literatura principal del Caribe. Me acerque a un profesor de literatura caribeña en la Universidad de Virginia ameno a la idea, y nos pusimos a trabajar. Llegamos incluso a organizar una conferencia en el Bellagio Center de Cuomo en Italia con la participación de algunos de los mejores investigadores del Caribe y un equipo del centro de textos electrónicos de la Universidad de Virginia. Inmediatamente nos dimos cuenta de los enormes retos que conlleva un archivo parejo, y al final de 10 días no quedaba ya una gota de ingenuidad. Cuando regresé a EU comenzé el largo proceso de aprender las técnicas, empezando con el TEI. Tuve la suerte de estar en la Universidad de Virginia, con su larga historia en HD, y como dicen, el resto es historia.
Dificil de creer pero la facultad de Inglés es bien tradicional y la mayoría del trabajo que he hecho en HD lo he hecho fuera de la facultad. Darse cuenta que hasta en una universidad como la de Virginia, HD puede ser marginal a la facultad es un abre-ojos. Las cosas creo que están cambiando ahora, y se ve un poco más de interés de parte de la facultad.
Tenemos que admitir también que los métodos computacionales no abarcan todo lo que hacemos en HD. Si es cierto que la mayoría de la comunicación académica migrara al internet, las aproximaciones algorítmicas al texto seguirán siendo planteamientos teóricos—una teoría entre otras. En los próximos años me imagino que seguiremos negociando la diferencia. Si parece inevitable que futuras generaciones de estudiosos publicaran en su mayor parte en plataformas digitales, no creo que todas ellas van a emplear métodos avanzados de computación como el topic modelling (modelación de temas) o el network analysis (análisis de redes).
No perdamos de vista tampoco que estos cambios no vendrán al mundo de manera equilibrada, incluso dentro de las fronteras nacionales. Yo soy uno de los que piensa que algunos países fuera del norte adinerado producirán formas innovadoras e impactantes de investigación digital en el ámbito de la humanística dado que no comparten el mismo pasado institucional. Para que eso suceda, claro, necesitamos sobrepasar los mismos modos de pensar asimiladores que nuestros intelectuales anti-coloniales y postcoloniales han combatido. Quizás estas nuevas maneras de practicar la investigación digital nos llegan de mano de la ciudadanía no-académica—una de mis más íntimas esperanzas.
EP: ¿Qué debemos entender por “ciudadanía no-académica”?
AG: En el Caribe, por ejemplo, la mayoría de los investigadores/escritores/artistas no trabajan para la academia. Muchos de ellos tienen afiliaciones a grupos de otra índole o trabajan de manera independiente. Muchos de ellos trabajan en bancos, agencias de publicidad, lo que sea. Más allá de estos, tenemos un cadre de aficionados, una multitud estilo wiki que se ocupa de la conservación y la crítica de nuestro legado cultural. La investigación no-académica se refiere a las actividades de estos grupos e individuos. Yo conozco personalmente muy buenos intelectuales que nunca recibieron un doctorado.
Lo que consideramos como trabajo de investigación válido es importante aquí también. Sonya Monjar, por ejemplo, dirige un gran proyecto en Puerto Rico, “Esta Vida Boricua,” que se enfoca en narrativas personales. Muchos dirían que esto es simple trabajo de biografía, pero yo lo veo como una maestrosa síntesis de archivo. Su trabajo es solo un ejemplo de muchos fuera de nuestro campo visual tradicional que cuestionan las fronteras entre la participación de la ciudadanía y la investigación académica.
La razón por la que me gustaría ver más proyectos de este tipo y un crecimiento en el interés popular por el trabajo académico parte de la gran necesidad de re-mediatizar nuestro pasado material. Cuando Walter Benjamin nos advirtió que el pasado corría peligro, hablaba desde un punto en la historia de los medios cuando el trabajo de curaduría y de la investigación crítica era demasiado caro para ser popular. Nuestro momento es diferente. Lo único que nos impide rescatar ese pasado que prefería Benjamin—aquel oscurecido por la propaganda, el motivo de ganancia y/o la ideología hegemónica—es tiempo y voluntad. La persona promedio en el Caribe o otros países de bajo o medianos recursos necesita pasarse el tiempo ganándose la vida. La investigación académica es un lujo bajo esas circunstancias. Muchas cosas deben de suceder antes de que alcancemos una cultura de investigación popular, pero me consuela saber que el medio está ya ahí para facilitarlo.
EP: Para concluir, qué estrategias le recomendarías a colegas (en instituciones académicas o de otro tipo) que estén interesados en contribuir a una cultura de trabajo académico público internacional?
AG: Colabora con alguien que vive bien lejos de ti desde ahora. Tenemos una tarea enorme por delante. Si re-mediatizar nuestros archivos responsablemente es nuestra tarea en común más importante, como insisto yo, se nos ofrecen muchas posibilidades de colaborar en proyectos de digitalización que trascienden fronteras. En su mayoría, con pocas excepciones, los archivos de autores o temas están regados por todas partes. Esto nos da la oportunidad de construir puentes entre comunidades lejanas. Actualmente estoy involucrado en la iniciativa Perspectivas Globales :: DH, un nuevo grupo de interés especial de la Alianza de Organizaciones de Humanística Digital (ADHO).
Nuestra meta es la adumbrar el estado actual de nuestras actividades en la investigación digital humanística a nivel global y crear puentes donde aún no existen. Recien empezamos, pero esperamos poder facilitar precisamente la creación de archivos colectivos y el juego con ellos que nos llevará a una verdadera cultura académica pública global. En Cuba, ya podemos ver un buen comienzo. El año que viene organizaremos, con la ayuda de un equipo local fantástico, el segundo THATCampCaribe. En el verano, esperamos lanzar Around DH in 80 Days, una gira de la investigación humanística y la curaduría digital alrededor del mundo. Podemos observar otros grupos esforzados por llegar más allá de los países ricos: HASTAC y 4Humanities, para nombrar dos de los más visibles. Es por esto y por más que predigo que este año romperemos varias barreras en la Humanística Digital en plano global.
El internet era una tabula rasa en un momento dado. Ahora se convierte en el reflejo principal de nuestro legado cultural. Cuando nos referimos a los relatos de nuestra historia política y cultural, al menos en el Oeste, en este, nuestro nuevo espejo, surge una imagen que nos remonta a ideas canónicas del Oeste que hace rato fueron socavadas en la galaxia de Gutenberg. Si queremos que la imagen de nuestro legado común llegase a ser no-hegemónica, un honesto reflejo de nosotros mismos, nos incumbe entender que en el fondo simplemente estamos hablando de un archivo compartido. Una colaboración verdaderamente internacional alrededor de la digitalización y el juego que esta engendra es un sine-qua-non de este archivo. Si estoy en lo cierto, espero que la pregunta en las mentes de todos es no si, pero ¿con quién colaboro?
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